viernes, 24 de junio de 2011

Un viernes a la 1.00

Y aquí me encuentro, en el sofa con el portatil, una triste estampa. Cansada para estudiar pero no lo suficiente para dormir. No he salido ya que mañana tengo que trabajar... ya podía estar tranquilamente tomando algo en este momento. El problema es que, desde que vivo en pareja, no se dormir sola; no se si esto es algo que le pasará a todo el mundo, pero me cuesta muchísmo. Bastante extraño teniéndo en cuenta que siempre doy la espalda a Mariano y me incomoda por desprender calor.

Me he dicho ¿por qué no actualizar el blog un poquito? Pero tampoco tengo nada en la cabeza en este momento, de modo que me limitaré a escribir sin ton ni son.

Hoy me han puesto una hoja de reclamaciones nada más llegar, para empezar bien la mañana. Me resbala bastante, ya que estas gentes no llevaban razón (por mucho que crea el cliente que siempre lleva la razón), pero nadie quiere llamar la atención y que venga su jefe de sección a preguntarle. El motivo ha sido el negarme a devolverle una tarjeta de prepago, la cual estaba perfectamente, por el simple hecho de que no la iba a usar... y digo yo ¿para qué te la compras? Evidentemente no he podido decir eso, me he limitado a hacerles entender que las tarjetas se registran a nombre del titular y no se pueden devolver. En comercio siempre te tienes que morder la lengua, aunque no voy a negar que alguna mala contestación si he pegado alguna vez: todos tenemos límites. Hace poco un cliente que pretendía hacer una devolución similar me dijo "pensaba que por ser Alcampo se podía hacer cualquier cosa"... si, claro que si señor, puede escupirme si lo desea. Y alguno que otro lo hace, y he visto a clientes pegar a empleados.

Mucha gente toma los centros comerciales como un lugar de desahogo, para gastar la ira acumulada y toda la tensión que guarda por tener que callarse con su jefe/pareja/llamémoslox contra un pobre dependiente que tiene que guardar las formas.

Se ve de todo un poco. Recuerdo cuando trabajaba en el Carrefour de Getafe, cuando un hombre cualquiera se plantó en el pasillo de bazar, se bajó los pantalones y descomió tranquilamente. Los de limpieza tuvieron la maravillosa idea de limpiar el regalo con la máquina automática de fregar los pasillos, con lo cual fueron dejando un reguerito de mierda precioso, el camino para llegar a Hez (chiste malo). Y hablando de heces, en ese mismo centro comercial, un empleado del Banco Santander nos contó que un cliente se cagó en su mesa, con un par. Cualquier día iré al Barclays a hacer lo propio, por cobrarme todos los meses comisión de administración de cuentas, asi porque si.

Y con esto y un bizcocho... buenas noches

3 comentarios:

Fernando Gili dijo...

Y lo bien que se queda uno defecando en los pasillos de los establecimientos publicos, oiga. Excelente entrada.

Siempre suyo
Un completo gilipollas

Tarambana dijo...

Qué loca está la gente, por ahí "descomiendo" XD

En fin, que los trabajos de cara al público requieren una paciencia especial... lo bueno es que nunca te faltarán anécdotas.

Maeglin dijo...

Los de dejar la "huella orgánica" se ve que son legión. De los creadores de Carrefour y Santander llega: Oficinista Abonador. Donde trabajo yo también habia un tarado que se colaba en los servicios de la planta baja para obsequioso ofrecernos un mural de "cosecha propia".